Elena en Wadi Rum, Jordania

En el desierto de Wadi Rum, Jordania

ELENA DEL AMO

 

 

Soy licenciada en Periodismo, hice un postgrado en Información Internacional, un máster en Migraciones y Relaciones Interculturales, y hablo unos cuantos idiomas: inglés, francés, alemán y hasta un italiano que todavía se parece algo al “itañol”.

 

Fui redactora de la revista VIAJAR durante casi diez años. Aquello me permitió realizar reportajes por las cuatro esquinas del planeta, aunque antes ya llevaba muchos kilómetros a la espalda gracias a que estudié un par de años fuera de España y consumía los veranos de la universidad haciendo de guía. Sobre todo, en Marruecos y Turquía; una experiencia con la que me enganché desde muy joven a asomarme al mundo “del otro lado de la barra”. Es decir, trabajando. Nada te enseña mejor a conocer un lugar y su gente.

Desde hace más de una década escribo como freelance para VIAJAR y otras revistas de Grupo Zeta, los dominicales de La Vanguardia y El Mundo, así como el suplemento de viajes de este último periódico, GEO, los monográficos de viajes de Hola y su web, varias revistas latinoamericanas y de líneas aéreas o, entre otros medios, formo parte del equipo del programa de Esther Eiros “Gente Viajera”, de Onda Cero Radio.

También colaboro, en Estambul, Vietnam u Omán, con la atípica agencia  Focus on Women, consagrada a darle visibilidad a la cultura de las mujeres promoviendo encuentros entre sus reducidos grupos de viajeras con empresarias y artistas locales. En lugar de guías al uso, sus viajes los acompañamos periodistas o escritoras expertas en cada zona. Un orgullo que entre ellas figure una “primera espada” de la talla de Rosa María Calaf.

Al trabajar por libre consigo gestionar mi tiempo con algo más libertad que el común de los “mortales”. De ahí que haya podido aventurarme en proyectos de lo más dispar. Desde montar una radio orientada al desarrollo en el pueblito maliense de Diougounté hasta cruzar “el charco” en velero. O enrolarme como tripulante en el América, la goleta en cuyo honor se creó la Copa América. Porque, no, no la llamaron así por el continente sino por el barco.

Vivo en Madrid y, aunque mis amigos creen que siempre estoy de vacaciones, puedo dar fe de que andar todo el día con la maleta a cuestas, aun siendo un privilegio, también tiene lo suyo.

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