Masáis, desheredados en su propia casa
- A noviembre 29, 2019
- Por Elena del Amo
- En Blog, Consúltame tu viaje
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Esbelto como un junco, arropado elegantemente en su manta de un rojo rabioso y lanza en mano, Olubi levanta el polvo con sus vacas por las sabanas que los masáis comparten con los leones. “Ellos huyen de nosotros”, presume en lengua maa este joven que, como casi todos los de su generación, no ha pasado por el ritual de matar uno para ser considerado un moran. Es decir, un guerrero.
Por si te interesa seguir leyendo, aquí te dejo el enlace al reportaje que publiqué en el Dominical de La Vanguardia sobre los desafíos que afronta la tribu más icónica de África. Los masáis parecen condenados a vivir como desheredados en su propia casa.
Para la icónica tribu africana, las planicies donde pastaban sus vacas eran de todos y de nadie: de los vivos, los muertos y los que están por nacer. La realidad de este pueblo se aleja, sin embargo, de esa concepción ancestral. Acechados por los cultivos, el turismo y el cambio climático, los orgullosos masáis parecen condenados a malvivir desheredados en su propia casa.
Verás que, también este entuerto, no solo hay “buenos y malos”. Todas las partes –incluidos los masáis– tienen su parte de responsabilidad en una situación muy enrevesada.
Antaño semi nómadas y todavía hoy emimentemente ganaderos, los masáis cada vez tienen menos pastos donde llevar a pastorear sus rebaños por el avance de los cultivos y los estragos del cambio climático. Pero también muchos de ellos arriendan sus tierras para crear reservas de fauna y, con el dinero, compran más vacas… que a veces meten a pastar en estas concesiones orientadas al turismo porque si no no tienen ya dónde.
Un buen enredo al que algunas iniciativas muy interesantes están tratando de buscar soluciones que beneficien a todas las partes.
“No puedes esperar que un pastor se quede de brazos cruzados si un león, un leopardo, los chacales o las hienas atacan su fuente de ingresos”, defiende Luca Belpietro, antaño economista y, desde 1998, el motor de Campi Ya Kanzi. Este campamento, nacido en colaboración con los masáis de la vasta extensión comunal del Kuku Group Ranch, fue pionero al crear un sistema por el que, con las tasas que abonan sus huéspedes, se les paga a los pastores el ganado muerto. “Así todos ganan: los masáis, el turismo y los predadores”, añade este italiano nacionalizado en Kenia.
Otra iniciativa de la MWCT en el ecosistema del Tsavo-Amboseli ha sido proteger 4.000 km2 de bosques, obteniendo para sus gentes los réditos de los bonos de carbono con que los países desarrollados compensan sus emisiones. A diferencia de otros territorios masáis, donde se malvive del ganado a merced del calentamiento global, la zona de Kuku cuenta con una economía más estable tras poner a producir su ecosistema. Por desgracia, es una excepción.
Las fotos son de Luis Davilla, el fotógrafo con el que suelo trabajar.
30 años sin el Muro de Berlín
- A noviembre 09, 2019
- Por Elena del Amo
- En Berlín, Blog, Consúltame tu viaje
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El mes pasado publiqué en la revista VIAJAR un reportaje sobre todo lo que se cuece este año en Berlín, que es mucho. Además de las celebraciones por la caída del Muro (la fiesta será en noviembre, pero ya hay montones de exposiciones que muestran desde cómo se vivía a cada lado del Berlín dividido hasta el ingenio le echaron cientos de jóvenes para tratar de cruzar al otro lado), andan también conmemorando el centenario de la Bauhaus, la escuela que revolucionó el mundo del diseño y que la llegada al poder del Tercer Reich obligó a cerrar. ¡Como todo lo bueno en aquel Berlín de los años treinta que llegó a desbancar a París como capital de la trasgresión!
En breve abrirán como nuevo epicentro cultural el Palacio Imperial, herido grave durante los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial y rematado –vamos, borrado del mapa– por los comunistas que ocuparon el Berlín Oriental. Lo han levantado piedra a piedra (por eso en parte había tanta grúa y tanta zanja por el centro).
También le han levantado una nueva entrada a la Isla de los Museos, Patrimonio de la Humanidad los cinco de ellos y con tal barbaridad de arte que se bastan y se sobran para justificar ellos solitos la escapada. Pero también están esas cicatrices de guerra que encojen el alma y esos barrios medio hípster medio lumpen que, en estos tiempos globalizados en los que casi todo se diría un déjà vu, hacen que esta ciudad superviviente solo se parezca a sí misma.
Yo, que estudié un año en Alemania y tengo el culo pelao de dar tumbos, no conocía Berlín, pero fijo que volveré, porque es una de esas ciudades “que no te las acabas”. Eso sí, que no te la cuelen con el curry wurst… ¡es una auténtica guarrindongada para llenar el monago!
Copio y pego el primer párrafo del reportaje. Si lo quieres ver entero, pincha en el link de VIAJAR.https://viajar.elperiodico.com/destinos/berlin-30-anos-muro
Si toda ciudad de bien presume de un centro definido, Berlín juega al despiste dispersándose entre varios. Sus múltiples cogollos se desparraman, encima, a distancias maratonianas por sus viejos universos enfrentados del Este y el Oeste. En noviembre se cumplen treinta años de la caída del Muro, y las diferencias entre ambos no han desaparecido del todo a pesar de las mil y una obras que, desde entonces, vienen cosiendo sus calles. Tanta grúa y tanta zanja no ha amilanado al torrente de admiradores dispuesto a sacarle tajada. Pero el que avisa no es traidor: no será pan comido meterle mano a esta urbe inconformista y dual que solo se parece a sí misma.
Publicado en el número de febrero de 2019 de la revista VIAJAR
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