



Maestrazgo. Revista VIAJAR. Febrero 2022.
Gracias Elena.. por tu artículo del Maestrazgo.. que bien… Relatas… Y reflejas lo bueno de los viajes..
No ver muchas cosas … Sino disfrutar d lo que has visto…y eso requiere tempo y perderse sin horarios … Y descubrir sitios y sensaciones únicas.. Somos una pareja que nos gusta el senderismo .. ir un poco por libre… Nos encantaría saber si conoces las islas Lofoten.. porque vimos un reportaje.. y es el no va más d chulo.
Nos cuentas..
Un beso,
Jesús
VIAJAR Febrero 2022
Todavía (y crucemos los dedos para que esta barbaridad no dure mucho más), hay que pensárselo bien antes de emprender un viaje de larga distancia. También los míos, que es de lo que vivo, se frenaron casi en seco hace ya demasiado, aunque eso me ha permitido conocer mucho más a fondo España. Plantarte en la otra punta del planeta aporta otras cosas, pero también a la vuelta de la esquina aguardan planazos de primera.
Por vías pecuarias, cañadas reales, viejas vías de tren… 1.200 km para rodar en bici por la Comunidad de Madrid.
Acababan de desconfinarnos cuando un loco de la bici me invitó a sumarme a un grupito de alegres ciclistas para pedalear por uno de los tramos de CiclaMadrid. Y, no, no se trata de hacerlo por la ciudad, sino por los más de 1.200 km de rutas ciclistas que hay por la Comunidad. Se puede hacer por tramos, claro, y, para los ciclistas «farsantes» como una servidora, en las bicis eléctricas que alquilan puñados de empresitas.
Pedalear entre viñedos, castillos, monasterios, pueblos preciosos, vías pecuarias y cañadas reales, zonas sobrevoladas por una barbaridad de aves… Si te apetece la idea (¡no doy crédito a que CiclaMadrid se conozca tan poco!), échale un vistazo a este reportaje que saqué en la web de viajes de HOLA.
Una mirada diferente a la Alhambra (y a más destinos andaluces), a través de los ojos de la arquitecta Blanca Espigares.
Poco después tuve el privilegio de visitar la Alhambra casi a solas, sin las hordas habituales de turistas, y encima de la mano de Blanca Espigares, una arquitecta «alhambreña» que te enseña a descubrir el patrimonio andaluz a través de sus ojos, llenos de cariño y de conocimiento.
Confieso que antes le tenía bastante manía al palacio de Carlos V; precioso, pero tan metido con calzador en este tesoro nazarí que me parecía un pegote fuera de lugar. Ella me hizo cambiar de opinión. Me hizo ver cómo, gracias a este palacio, la Alhambra muy probablemente no se convirtió en una ruina. Porque lo que no se usa se abandona, y los reyes castellanos no sabían habitar la arquitectura de la Alhambra. Gracias a la construcción de este palacio renacentista –ahí sí se sentían cómodos y sabían cómo usar sus dependencias– siguieron viniendo y el recinto nunca se abandonó. Mucho de lo que Blanca me contó, te lo cuento en este reportaje.
«Abriendo Pueblos», la llave a los pueblos más secretos del Maestrazgo turolense, de la mano de la guía Serafina Buj.
Otra mujer adorable que conocí recorriendo de cabo a rabo el Maestrazgo fue Serafina Buj, creadora de la iniciativa «Abriendo pueblos». Como en las aldeas más retiradas de esta joyita de la España vaciada sus monumentos están casi siempre cerrados, ella consigue las llaves de hornos templarios, iglesias medievales, palacios renacentistas, mazmorras, viejas escuelas y hasta «esconjuraderos» donde antaño se intentaban aplacar plagas, tormentas y otros peligros para las cosechas.
Cargada con manojos de llaves como del castillo de la madrastra, aparece en sus rutas, totalmente a la medida y a unos precios irrisorios. Todos los detalles, en este reportaje.
Monasterio cisterciense de Santa María de Rioseco, en las Merindades de Burgos, rescatado del olvido gracias a sus vecinos.
Emocionante también el Monasterio de Santa María de Rioseco, en las Merindades de Burgos, donde el párroco y exprofesor de filosofía Juanmi Gutiérrez, junto a una legión de vecinos y voluntarios, se lanzaron a rescatar este monasterio cisterciense del abandono y las zarzas. Hoy acogen desde conciertos de jazz hasta talleres de cantería en los que aprender a trabajar la piedra como en la Edad Media.
Champagne Bar del renovado Ritz de Madrid, ahora de la cadena Mandarin Oriental.
Y para rematar con una dosis de «amor y lujo», los brunch, la hora del té, las copas en la azotea y demás excusas con glamour para colarte en los nuevos hoteles a todo trapo de Madrid: desde el Four Seasons hasta el renovado Ritz o el Hard Rock Hotel.
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Al poco de desembarcar llegó el confinamiento. Más desconcertante, a su manera, que el mes «confinada» por la Antártida en el Akademik Shokalskiy. A bordo de este viejo barco ruso de investigación marina, la empresa Heritage Expeditions alcanza a 5o afortunados, durante el breve verano austral, hasta una de las regiones más prístinas de la cara b globo.
En estos tiempos rarunos, dan más ganas que nunca de salir zumbando a cualquier lugar donde desconectar del bicho y de las incertidumbres ante este futuro incierto con el que nos está tocado lidiar. De los meses de confinamiento y noticias demoledoras, de los rebrotes inevitables y, sobre todo, de los que sí podría contribuir a evitar tanto imbécil que se debe sentir invulnerable o que (¡increíble pero cierto!) «no cree» en el virus.
Lo malo es que, ahora, no hay en todo el mapa dónde escaparse con garantías absolutas. Ni es el mejor momento de subirse a un avión, ni quizá de huir a una islita tan remota como El Hierro. Ya en circunstancias normales, allí no se llega (¡ni se regresa!) así como así. De ahí que la conozca tan poca gente y esté tan pasmosamente intacta.
El Hierro, apertura de mi reportaje en VIAJAR, ya en quioscos en su número excepcionalmente doble julio-agosto
A saber cuándo podremos recuperar nuestro día a día. Hasta entonces, lo que sí podemos es fantasear con ese primer destino para cuando la pesadilla quede atrás. Seguro que ese primer viaje, además de sabernos a gloria, va a tener un sentido especial.
Dando ideas, ya está en los quioscos (un número excepcionalmente doble para julio y agosto) el reportaje sobre El Hierro que fui a hacer este pasado invierno para la revista VIAJAR.
La isla me pareció un espectáculo. Eso sí, no es un lugar para todos. Si buscas placeres más mundanos, mejor elegir otro sitio. Pero si lo que buscas es olvidarte del mundo, habrás llegado al tuyo.
PD. Iba a colgar por aquí el reportaje de otra canaria que me encantó, La Palma, y que publiqué el año pasado también en la revista VIAJAR. No lo encuentro en su web, pero sorprendentemente lo encuentro en la del periódico El Día. Ahora les escribo a ver cómo se come eso de publicármelo, firmármelo ¡y ya! (a buen entendedor…). En fin, pinchando aquí se lo dejo a ustedes por si les inspira.
Felices vacaciones, mucho ánimo, y que el virus nos sea leve.
Lee más»Hola guapa!
Quería saber tu opinión sobre nuestro viaje de luna de miel. Disponemos de 10-12 dias y vimos uno que nos llamó mucho la atención, pero no hay mucha info sobre él.
Queríamos combinar Estambul y las Islas Seychelles. Como lo ves?
Muchísimas gracias!Vicky GR
Esbelto como un junco, arropado elegantemente en su manta de un rojo rabioso y lanza en mano, Olubi levanta el polvo con sus vacas por las sabanas que los masáis comparten con los leones. “Ellos huyen de nosotros”, presume en lengua maa este joven que, como casi todos los de su generación, no ha pasado por el ritual de matar uno para ser considerado un moran. Es decir, un guerrero.
Por si te interesa seguir leyendo, aquí te dejo el enlace al reportaje que publiqué en el Dominical de La Vanguardia sobre los desafíos que afronta la tribu más icónica de África. Los masáis parecen condenados a vivir como desheredados en su propia casa.
Para la icónica tribu africana, las planicies donde pastaban sus vacas eran de todos y de nadie: de los vivos, los muertos y los que están por nacer. La realidad de este pueblo se aleja, sin embargo, de esa concepción ancestral. Acechados por los cultivos, el turismo y el cambio climático, los orgullosos masáis parecen condenados a malvivir desheredados en su propia casa.
Verás que, también este entuerto, no solo hay «buenos y malos». Todas las partes –incluidos los masáis– tienen su parte de responsabilidad en una situación muy enrevesada.
Antaño semi nómadas y todavía hoy emimentemente ganaderos, los masáis cada vez tienen menos pastos donde llevar a pastorear sus rebaños por el avance de los cultivos y los estragos del cambio climático. Pero también muchos de ellos arriendan sus tierras para crear reservas de fauna y, con el dinero, compran más vacas… que a veces meten a pastar en estas concesiones orientadas al turismo porque si no no tienen ya dónde.
Un buen enredo al que algunas iniciativas muy interesantes están tratando de buscar soluciones que beneficien a todas las partes.
“No puedes esperar que un pastor se quede de brazos cruzados si un león, un leopardo, los chacales o las hienas atacan su fuente de ingresos”, defiende Luca Belpietro, antaño economista y, desde 1998, el motor de Campi Ya Kanzi. Este campamento, nacido en colaboración con los masáis de la vasta extensión comunal del Kuku Group Ranch, fue pionero al crear un sistema por el que, con las tasas que abonan sus huéspedes, se les paga a los pastores el ganado muerto. “Así todos ganan: los masáis, el turismo y los predadores”, añade este italiano nacionalizado en Kenia.
Otra iniciativa de la MWCT en el ecosistema del Tsavo-Amboseli ha sido proteger 4.000 km2 de bosques, obteniendo para sus gentes los réditos de los bonos de carbono con que los países desarrollados compensan sus emisiones. A diferencia de otros territorios masáis, donde se malvive del ganado a merced del calentamiento global, la zona de Kuku cuenta con una economía más estable tras poner a producir su ecosistema. Por desgracia, es una excepción.
Las fotos son de Luis Davilla, el fotógrafo con el que suelo trabajar.
El mes pasado publiqué en la revista VIAJAR un reportaje sobre todo lo que se cuece este año en Berlín, que es mucho. Además de las celebraciones por la caída del Muro (la fiesta será en noviembre, pero ya hay montones de exposiciones que muestran desde cómo se vivía a cada lado del Berlín dividido hasta el ingenio le echaron cientos de jóvenes para tratar de cruzar al otro lado), andan también conmemorando el centenario de la Bauhaus, la escuela que revolucionó el mundo del diseño y que la llegada al poder del Tercer Reich obligó a cerrar. ¡Como todo lo bueno en aquel Berlín de los años treinta que llegó a desbancar a París como capital de la trasgresión!
En breve abrirán como nuevo epicentro cultural el Palacio Imperial, herido grave durante los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial y rematado –vamos, borrado del mapa– por los comunistas que ocuparon el Berlín Oriental. Lo han levantado piedra a piedra (por eso en parte había tanta grúa y tanta zanja por el centro).
También le han levantado una nueva entrada a la Isla de los Museos, Patrimonio de la Humanidad los cinco de ellos y con tal barbaridad de arte que se bastan y se sobran para justificar ellos solitos la escapada. Pero también están esas cicatrices de guerra que encojen el alma y esos barrios medio hípster medio lumpen que, en estos tiempos globalizados en los que casi todo se diría un déjà vu, hacen que esta ciudad superviviente solo se parezca a sí misma.
Yo, que estudié un año en Alemania y tengo el culo pelao de dar tumbos, no conocía Berlín, pero fijo que volveré, porque es una de esas ciudades «que no te las acabas». Eso sí, que no te la cuelen con el curry wurst… ¡es una auténtica guarrindongada para llenar el monago!
Copio y pego el primer párrafo del reportaje. Si lo quieres ver entero, pincha en el link de VIAJAR.https://viajar.elperiodico.com/destinos/berlin-30-anos-muro
Si toda ciudad de bien presume de un centro definido, Berlín juega al despiste dispersándose entre varios. Sus múltiples cogollos se desparraman, encima, a distancias maratonianas por sus viejos universos enfrentados del Este y el Oeste. En noviembre se cumplen treinta años de la caída del Muro, y las diferencias entre ambos no han desaparecido del todo a pesar de las mil y una obras que, desde entonces, vienen cosiendo sus calles. Tanta grúa y tanta zanja no ha amilanado al torrente de admiradores dispuesto a sacarle tajada. Pero el que avisa no es traidor: no será pan comido meterle mano a esta urbe inconformista y dual que solo se parece a sí misma.
Publicado en el número de febrero de 2019 de la revista VIAJAR
A finales de 2018 pasé unas semanas en Uruguay; un «paisito», como le dicen allí, al que le tenía muchas ganas.
Eclipsado por los gigantes Argentina y Brasil, parece que los astros se han confabulado para ponerlo en el mapa: el reciente Premio Cervantes de la poeta Ida Vitale y la petición de asilo del ex mandatario peruano Alan García. O la casi media hora de ovación que recibió en el último Festival de Venecia La noche de 12 años –la película sobre el cautiverio de José Mujica y sus camaradas tupamaros durante la dictadura uruguaya– y también el documental, presentado en este mismo certamen, El Pepe, una vida suprema, donde Emir Kusturica exprime lo más sabio y humano del carismático ex presidente guerrillero. En el enlace, la inspiradora entrevista que le hizo Jordi Évole a este hombre excepcional.
En el número de enero de la revista VIAJAR publiqué un reportaje bastante amplio sobre el país que ya está online y puedes leer pinchando aquí.
Lobos marinos en los roquedos de Cabo Polonio, uno de los escondites más «hippis» de todo el Uruguay.
Las playas de José Ignacio, mucho más apetecibles (y exclusivas) que las de Punta del Este.
El Río de la Plata a su paso por Montevideo. «Para mí es mar y se acabó», le hacía decir Benedetti a uno de sus personajes.
También, hace unas semanas, en el dominical de El Mundo –la revista Fuera de Serie– publiqué una de las historias increíbles que me encontré por allí: la de la fábrica de Fray Bentos o, como se llamó también, el Frigorífico Anglo.
Todo empezó con un químico alemán que había inventado los extractos de carne -¡sí, los del cueces o enriqueces!–. La fórmula parecía perfecta para alimentar sin mucho dispendio a los obreros de las nuevas ciudades industriales de Europa, pero con el precio que tenía aquí el ganado no le salían las cuentas. Cuando se enteró de que al otro lado del charco se mataban miles de vacas para usar solo el cuero porque no había frigoríficos para exportar la carne, se asoció con un emprendedor que andaba por las Américas y liaron una buena.
Desde esta esquina remota del Uruguay –que por entonces debía ser realmente el culo del mundo– salieron toneladas de carne en todos sus formatos para, sobre todo, los soldados de las dos grandes guerras.
Sala de máquinas donde se podían congelar hasta 18.000 kilos de carne. Un verdadero holocausto vegano.
Aunque hoy el Paisaje Industrial de Fray Bentos está en ruinas, se considera Patrimonio de la Humanidad.
Una alucinación pasearse entre sus hangares a lo «Tiempos Modernos» de Chaplin, en los que llegaron a sacrificarse hasta 8.000 animales al día, o ver las fotos de la soldadesca preparándose un caldito con sus extractos de carne OXO en las trincheras… Encima eran unos genios del márketing. ¡Hasta inventaron un quemador especial que no hacía humo para que no los descubriera el enemigo mientras se lo cocinaban!
El reportaje no veo que esté online en Fuera de Serie, pero espero que se pueda leer aquí.
En los días de gloria del también llamado Frigorífico Anglo llegaron a trabajar 4.500 hombres, mujeres y niños.
Aquello debió parecerse mucho al «Tiempos Modernos» de Chaplin. Hoy, aunque en ruinas, es Patrimonio de la Humanidad.
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