Mongolia tiene algo de extraterrestre. Baste para corroborarlo la siguiente ecuación: tres millones de almas, para un territorio tres veces más grande que España, de los cuales un millón se concentra en la capital y otro millón sigue siendo nómada. En sus gers o yurtas soportan sin aspavientos tanto los 40 grados del pleno verano como los 40 bajo cero que se gastan sus inviernos. La globalización extiende sus tentáculos desde Ulán Bator hasta las estepas. El mongol se escribe en cirílico desde sus años prosoviéticos. Hay más caballos que hombres. De los lugares más genuinos y desconcertantes que he conocido. Os dejo algunas fotos, así como el reportaje que publiqué hace unos meses en la revista VIAJAR.
Aquí tenéis la versión online del reportaje que publicó VIAJAR, junto a algunas fotos que me traje el año pasado de este país que sólo se parece a sí mismo.













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