Mongolia tiene algo de extraterrestre. Baste para corroborarlo la siguiente ecuación: tres millones de almas, para un territorio tres veces más grande que España, de los cuales un millón se concentra en la capital y otro millón sigue siendo nómada. En sus gers o yurtas soportan sin aspavientos tanto los 40 grados del pleno verano como los 40 bajo cero que se gastan sus inviernos. La globalización extiende sus tentáculos desde Ulán Bator hasta las estepas. El mongol se escribe en cirílico desde sus años prosoviéticos. Hay más caballos que hombres. De los lugares más genuinos y desconcertantes que he conocido. Os dejo algunas fotos, así como el reportaje que publiqué hace unos meses en la revista VIAJAR.
Aquí tenéis la versión online del reportaje que publicó VIAJAR, junto a algunas fotos que me traje el año pasado de este país que sólo se parece a sí mismo.
Desde el aeropuerto de Ulán Bator hasta los cigarrillos o el mejor vodka, todo se llama ahora Chinggis Khaan… es decir, Gengis Kan.
En vaqueros o en el ceremonioso traje regional… en Ulán Bator confluyen todos los mundos.
Tráfico caótico, centrales térmicas de aire apocalíptico y favelas de gers conviven en Ulán Bator con la construcción de rascacielos y los nuevos ricos que está generando la globalización y la explotación de las minas.
Grúas a mansalva, símbolo de la nueva pujanza de Ulán Bator.
Gengis Kan creó en un tiempo récord uno de los imperios más legendarios de la historia.
En los cruces de caminos se erigen estos templetes protectores conocidos como “ovoos”. Habría que detenerse a honrarlos dando tres vueltas a su alrededor. Si se va con prisa, bastará con tocar tres veces la bocina.
Campamento de yurtas o gers en el que hacer noche.
El budismo, hoy resurgido como religión principal, fue perseguido durante las décadas soviéticas. La tradición chamánica, muy anterior, aunque camuflada nunca se perdió.
La globalización también ha llegado a las estepas. Muchos de sus nómadas viajan en moto además de a caballo, y sus gers pueden lucir tele y placa solar.
Hospitalidad mongola en el interior de una yurta.
El monasterio de Erdene Zuu, cerca de Karakórum, la antigua capital del Imperio Mongol que ya no es ni sombra de lo que fue.
Atardecer sobre el Valle de Orkhon, el territorio donde mejor han pervivido las costumbres nómadas. De una belleza descarnada y poderosa. Patrimonio de la Humanidad.
La sombra de una servidora ante uno de los rebaños del Valle de Orkhon.
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