Un mes en barco por la Antártida (II)
- A agosto 12, 2020
- Por Elena del Amo
- En Blog, Consúltame tu viaje
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Al poco de desembarcar llegó el confinamiento. Más desconcertante, a su manera, que el mes “confinada” por la Antártida en el Akademik Shokalskiy. A bordo de este viejo barco ruso de investigación marina, la empresa Heritage Expeditions alcanza a 5o afortunados, durante el breve verano austral, hasta una de las regiones más prístinas de la cara b globo.
En mi post de febrero, recién regresada, contaba el día a día de esta singladura de una vez en la vida por el Mar de Ross. Este “boquete” que le falta a la Antártida para formar un redondel casi perfecto lo puedes apreciar en el mapa de abajo. Échale un ojo para entender mejor esta historia.
Por esta remotísima esquina del continente helado, hace poco más de un siglo el carismático Shackleton, el estirado Scott y el pragmático Amundsen libraron una carrera contrarreloj por alcanzar el Polo Sur Geográfico. El gato al agua se lo llevó el noruego gracias a su maña con los esquís y su experiencia con trineos de perros en el Ártico.
Ganar ganó, pero lo cierto es que logró menos gloria que los perdedores por el pequeño detalle de no ser británico. Amundsen, pues, clavó primero su bandera en la última frontera que le quedaba al ser humano. Los ríos de tinta que hicieron correr las desventuras de sus competidores siguen dando para películas, documentales y un buen cerro de libros.
Cuando se piensa en la Antártida, casi sin excepción se vira mentalmente hacia la Patagonia de Argentina o Chile. Desde allí, el continente blanco queda mucho más cerca. El Mar de Ross –con los barcos de hoy a casi una semana de mar desde Nueva Zelanda– tenía sin embargo una ventaja para estos exploradores míticos. No, no fue casualidad que desde Europa pusieran rumbo a las antípodas para intentar alcanzar por este ángulo el Polo Sur. Serían unos locos soñando lo que nunca nadie se había atrevido a soñar, pero tontos no eran.
Sabían que navegando por el inmenso “boquete” que forma la Bahía o Mar de Ross se llega más cerca del corazón de la Antártida que por cualquier otro punto. Así cubrían más distancia en barco, la parte “fácil” de la expedición. Las comillas van porque a los vientos de estas latitudes, a medida que se va bajando más y más al sur, pasan de llamarlos los Cuarenta Rugientes a los Cincuenta Aulladores y los Sesenta Bramadores. Todo un aviso de cómo se las gasta el mar por estos pagos.
Aun así, el tramo más duro les aguardaba en los cerca de 1.300 kilómetros, continente adentro, a través de montañas heladas y glaciares. Con temperaturas de hasta -40ºC en pleno verano austral y ventiscas muy capaces de llevarse volando las tiendas donde acampaban. A pesar del peligro de muerte (literal en el caso de Scott y sus hombres), por este confín se ahorraban un buen trecho de travesía por tierra.
Los pasajeros de Heritage Expeditions no alcanzan, claro, el Polo Sur. Pero sí, si los vientos huracanados lo permiten y el mar no se les congela alrededor, desembarcarán en playas donde puede apiñarse hasta un millón de pingüinos con sus crías recién nacidas. O en arenales donde los elefantes marinos pelean cual luchadores de sumo, estampando sus toneladas de grasa los unos contra los otros, y los machos alfa de león marino se agotan hasta la muerte vigilando que ningún aspirante urgido de “amor” se arrime a sus harenes de hembras.
Y lo harán por un mar sobrevolado de petreles y albatros capaces de no tocar tierra en años, inundado de icebergs que dejarían en pañales al del Titanic y frenado en seco por la barrera de Ross, una empalizada de hielo que se diría la muralla de un castillo congelado por obra y gracia de un maleficio.
Un atisbo a todo ello, en el reportaje que acabo de publicar en la revista Ábaco. Para leer su versión online tienes que avanzar hasta la página 22-23. No dejes de pinchar en “Tras las huellas de Scott y Shackleton”. Te quedarás de piedra con el vídeo, filmado con drones y varias cámaras apostadas en cubierta todo un mes, que la productora Go Further South/NZOA realizó durante esta expedición que compartimos entre el 8 de enero y el 6 de febrero de 2020. En serio que no tiene desperdicio.
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